Supongamos que usted en el momento en que lee esto se encuentra… ¿Cómo se encuentra? ¿Sí se ha sacado el rato para ver cómo está?, cómo está realmente, no lo que responde automáticamente cuando le preguntan como está: bien, trabajando, ahí vamos, esto está muy difícil…, sino cómo se siente. El cuerpo, ¿Cómo lo siente? ¿Cómo está respirando, qué músculos tiene tensos?, ¿los de la cara, los del cuello, los de la espalda?, ¿está haciendo fuerza por el dinero, por lo que quiere tener y no tiene, ¿por qué motivo hace fuerza usted? ¿Por qué motivo hace usted esa fuerza mal hecha que no conduce a un resultado, como si haciendo fuerza ahí sentado las cosas van a hacerse realidad?
Yo de usted me sentaba un ratico
y veía a ver qué pasa. Me daba el tiempo de relajarme un poco, de dejar a un
lado lo que se supone que tiene que hacer, vamos, darse quince o veinte minutos;
de todos modos, si las cosas están muy jodidas no se van a joder más por quince
o veinte minutos y a lo mejor, quién sabe, se da cuenta de que está tenso y que
esa misma tensión le hace ver las cosas más difíciles, hasta imposibles, a lo
mejor se da cuenta de que está vivo y de que eso es lo más importante por el
momento, que puede disfrutar del solo hecho de existir, que su valor como
persona no depende de lo que haga, sino que usted es valioso en sí mismo porque
sí, por el hecho de existir, y a lo mejor recupere la esperanza, empiece a ver
que las cosas son posibles, se le ocurra alguna idea, así sea pequeña, de algo
que pueda hacer por su propio bienestar y por el de los demás, una cosa
pequeña, el famosísimo grano de arena, coger el teléfono, llamar a alguien,
escucharlo, o escribirle un mensaje gratuito de “todo bien”.
Uno a veces no se da cuenta del
bien que hace con las pequeñas cosas, con las pequeñas interacciones; a lo
mejor esa persona con la que habla le haga reír, o todavía mejor usted la haga
reír, o, mejor todavía, se rían los dos juntos de cualquier cosa, de esas cosas
que les pasan y que los ponen a hacer fuerza porque, ya sabe, la mayoría de la
gente está haciendo fuerza por algo, y si se ríen un poquito de eso a lo mejor
las cosas se vean menos difíciles o en todo caso se toman unas vacaciones de la
fuerza y recargan energías para enfocarla en la dirección correcta. Las cosas a
veces son difíciles pero a veces también las vemos más difíciles de lo que son.
Me imagino que después de leer
esto usted se va a sacar esos quince o veinte minuticos y después de eso, a lo
mejor no inmediatamente, pero veinte, treinta minutos después va a sonreír; a
lo mejor hasta se va a reír un poco de su estrés y va a volver a lo de siempre,
a su lucha, a su esfuerzo, pero con una perspectiva más positiva, más
optimista. Claro que con el tiempo y las labores es muy probable que se vaya a
estresar otra vez y empiece a ver las cosas difíciles otra vez pero usted ya se
sacó los veinte minutos y a lo mejor se va a acordar de ellos y se los va a
volver a sacar, y así, va a ir aprendiendo y se le va a ir haciendo un hábito,
o de pronto se le va a olvidar, pero en otro momento se va acordar y así va a
ir aprendiendo.
Sonría pues.
Insitituto de la Risa.