jueves, 6 de septiembre de 2018

ANTES ME REÍA MÁS, YA NO ME RÍO TANTO ¿QUÉ HAGO?


La cultura occidental concibe la experiencia de la risa como una respuesta espontánea asociada al humor. No así las culturas orientales. Los asiáticos cuentan desde hace miles de años con templos y clubes en donde las personas van a reír. A ellos nos les parece ridículo reírse de manera "inmotivada". Por lo tanto un reto de la medicina de la risa es promover una cultura de la risa "inmotivada", de la risa como ejercicio, como hábito saludable, como quien va a comer, a conversar, a tomarse un café, a jugar parqués o fútbol. 

La definición que aporta la RAE de espontaneidad es: “Expresión natural y fácil del pensamiento, el sentimiento y la emoción. ¿Cómo hacer para aumentar la probabilidad de que se presente una respuesta espontánea? Buena pregunta.

Pavlov, pionero de la psicología del aprendizaje hizo un experimento: cuando le mostraba el alimento a un perro, también hacía sonar una campana; resultado, el perro salivaba (respuesta espontánea-refleja-fisiológica). Más tarde, con solo oír la campana, el perro salivaba. Conclusión: se puede aumentar la probabilidad de una respuesta espontánea asociándola, o condicionándola con otro estímulo. ¿Qué tal si usted empieza a asociar la respuesta de la risa con otro estímulo relativamente indiferente, por ejemplo el acto de mirarse al espejo en las mañanas?. 

Ahora piense en esto: si en un momento dado dos personas tienen que correr de improviso –suponga que se está cayendo una montaña– ¿Quién podrá emitir la respuesta más eficaz, a saber, correr? ¿El que normalmente hace ejercicio  o el que nunca lo hace? o quién tendrá más probabilidades de correr cuando el bus lo está dejando ¿Una persona que suele correr como ejercicio o una persona que no hace ejercicio? es probable que el que corre por ejercicio arranque a correr detrás del bus y que el que no, opte por esperar el siguiente.

Pasa lo mismo con la risa. La risa puede practicarse como un ejercicio. Correr puede ser, en muchos casos, una respuesta espontánea, una respuesta que no se piense mucho ante la necesidad de correr, pero existe una mayor probabilidad de correr si se practica. El cuerpo está más dispuesto, los músculos que intervienen en el ejercicio están prestos a moverse. Lo mismo ocurre con la risa. Es más probable reír de manera espontánea si se practica la risa. Practicar la risa, ensayándola, hace que aumente la probabilidad de reír de manera espontánea. 

Por último, científicos ingleses han descubierto las bases neurofisiológicas de la contagiosidad de la risa. Existe, nos explican, un "cerebro social" con unas "neuronas espejo" que detectan la risa y preparan los músculos para entrar en acción. La conclusión es clara: si usted se quiere reír más. Rodéese de personas risueñas y asista a eventos o grupos en donde las personas se rían. Vaya a ver comedia, vaya a reuniones donde la gente ríe, hágase reír y haga reír.   


lunes, 23 de julio de 2018

LEO Y "MECHAS"

Vi uno de esos videos de watsapp que se llaman Mad Lips, unos videos en los que doblan la voz de personajes, de escenas, de animales, de bebés, con efecto es hilarante.

El video es de dos leones en un zoológico. Hay un lago.
Uno de ellos va en dirección hacia otro y le dice:
–Vení ome Leo (porque hablan en “medellinense”), seguime te digo una cosa...
El otro león lo sigue.
Le empieza a decir:
–Ome es que estoy preocupado, la gente dice que soy como (sic) agüevao… en ese preciso momento da un mal paso y cae al agua mientras dice (sic) ¡Ay marica!...
El otro dice ¡Ah! este parece como enmariguanado… ¿te ayudo a salir?
–No, –dice el otro–. Yo es quería aprovechar para darme una ducha.

Obviamente contado no es lo mismo que visto. El efecto cómico de una escena en la que un león se cae al agua, puesto en clave de antioqueño o de “paisa”…
Hay que ver el video. El tema es lo que produce.

Es imposible sostener una actitud neurótica mientras se ríe. La risa es como un terremoto, un temblor que sacude la rigidez. Lo que estaba rígido se flexibiliza. Suponga que hay un lugar en el que todo está rígido y quieto. Llega un temblor que mueve todo pero no lo tumba… un temblor que organiza las cosas que se han quedado rígidas.

La risa es como un temblor que nos recuerda nuestro centro, quienes somos en realidad, cuál es la justa medida de las cosas. La risa nos devuelve la esperanza porque nos hace ver la vida llevadera; nos hace pensar que no todo es tan difícil. Un temblor que lo revuelca todo, pero un temblor amable, paradójico, que en lugar de desorganizar las cosas las organiza, que las armoniza, eso es la risa.

¿La risa cambia algo o no cambia nada? Esta es una pregunta como las que usan los monjes budistas para meditar, una pregunta como un koan. Intentemos las dos vías: cambia algo, sin duda; cambia, de manera momentánea el estado mental; se mueve de la rigidez a la flexibilidad.

La risa nos devuelve al lugar en donde nuestras emociones y nuestros sentimientos están en equilibrio, con la balanza un poquito cargada hacia el optimismo, hacia la alegría, hacia la buena disposición.

La risa es, como casi todo en este mundo, un milagro y un misterio. Yo no puedo predecir con certeza cuando me voy a reír. La risa es nos toma a veces por sorpresa, cuando no la esperamos, eso no podemos controlarlo. Pero hay formas de disponerse hacia la risa, de aumentar la probabilidad de reírnos: ir a espectáculos, conversar –la buena conversación suele generar siempre, en algún momento, la risa–. Y podemos ensayar la risa. Reírnos a voluntad, como cuando cantamos

La risa nos revuelca y nos reintegra la esperanza, esa mirada equilibrada de la vida que tiende hacia la posibilidad, que nos muestra que nuestros temores no son tan graves. La risa es una revolución que vuelve a poner todo en orden.

miércoles, 6 de junio de 2018

EL GIMNASIO DE LAS EMOCIONES


¿Usted se imagina un gimnasio emocional? Hay varias salas: en una de ellas te presentan, te hacen recordar, te hablan de cosas tristes, de tal modo que los que están en la sala lloran y moquean y se limpian con papel higiénico o con toallitas desechables.

En otra sala te hacen enojar. Te dicen cosas que te enojan. Allí la gente golpea peras de boxeo, patalea, mejor dicho, hace boxeo, con la protección necesaria por supuesto. En la sala del enojo se hace mala cara, se amenaza: se dicen cosas como “te voy a matar”. En esta sala se insulta según la necesidad de cada cual: unos se prestan para ser insultados –por supuesto debidamente protegidos con tapones para los oídos– y otros insultan. Después intercambian.

Hay otra sala en la que se ríe, se celebra, se canta. Esa es la sala de la alegría.

Y también estaría, por supuesto, la sala del miedo. En ella se le habla a las personas de sus miedos; se las asusta con su temores: las deudas, el trabajo, los amores imposibles, la soledad perpetua… en fin, con cualquier cosa que la persona le tenga miedo, desde los ratones hasta los impuestos, desde el abandono hasta la enfermedad.  

Obviamente todas las actividades del gimnasio son deliberadas, la gente sabe a qué va; sabe que va a practicar con el miedo o con la rabia como quien va a un gimnasio a levantar pesas que en su vida cotidiana no va a levantar pero que lo preparan para los menores pesos del día a día.

¿Qué tal? ¿Ah? ¿Se imagina la fortaleza y la  flexibilidad de los usuarios del gimnasio de las emociones, para quienes las emociones de la vida normal son pan comido? Se enojan, experimentan el miedo, se alegran; saben que eso hace parte de la vida y, como están entrenados, es probable que la emoción no sea tan fuerte como la que se ha practicado en el gimnasio.

La gente del gimnasio de las emociones es fuerte física y emocionalmente porque las emociones demandan mucha actividad física. La gente del gimnasio es flexible porque ha aprendido a pasar de una sala a otra, de una emoción a otra y del gimnasio a la casa.

sábado, 19 de mayo de 2018

LA TIENDA DEL HUMOR.


Ayer estuve en la Tienda del Humor.

Desde que salí de la casa no sabía muy bien qué iba a hacer; tenía unas rutinas en mente, algunas ya hechas, otras estudiadas hace tiempo.

Siempre me debato entre la necesidad de ser yo mismo, de tratar de resolver mi “problema” con la gente, eso que llaman timidez, que yo por más psicología que he estudiado no he logrado resolver.

Cuando pienso en qué hacer en la noche en que puedo presentarme –lugar que nos abren generosamente don Puntilla y su familia– pienso elogiar el lugar y a sus anfitriones.

Que me siento como en casa.

En la Tienda del Humor se siente, lo hablábamos ayer con don Puntilla, calor y color. Es como calor de hogar. El lugar es muy bonito, es calientico, creo que los colores influyen positivamente en el estado de ánimo. La gente está a gusto. Y nosotros, los que fungimos de comediantes por diez minutos, también.

Es una felicidad ir a la Tienda del Humor. Es como una fiesta pero en la que no se bebe (bueno, yo no lo hago y no por asuntos morales sino fisiológicos y legales. La mayoría de las veces porque tengo que manejar y otras veces porque la resaca, aún de cantidades muy pequeñas de alcohol es mortal para mí y me dura dos días, me desequilibra mucho).

Quería hacer un reconocimiento y dar un agradecimiento a la Tienda del Humor y sus anfitriones, a todos, a la familia de Puntilla –perdón por la confianza–. He sido muy feliz cuando he ido allá, ni se diga cuando la gente se ríe.

He pensado que la comedia es una medicina. Para mí lo es, al menos. Me ayuda a expresarme, a sacar emociones, a conectar con la gente. Es como como cuando uno va a una fiesta en una finca y al otro día se hace una especie de foro sobre los momentos más graciosos o más importantes de la noche. En este caso la reunión no la hacemos en una finca sino en el chat.

Somos como una gran familia; sí, es un cliché, pero yo creo que eso es verdad; que cuando se logran ciertos estados emocionales, o ciertas interacciones, se genera un sentimiento de hermandad, una cohesión como la que se tiene en la familia. De algún modo uno siempre está buscando ese tipo de cohesión por fuera de la familia, en la sociedad.

Cuando se hace comedia esa conexión se da: la hermandad, la complicidad, ese sentimiento de que todos estamos en lo mismo; esa cosa de que es imposible hacer comedia y sentirse seguro del todo; esa imperfección que nos iguala y al mismo tiempo esa voluntad, creo, de dar algo, de expresar algo, y bueno, la felicidad que da que la gente se ría… esas risas que quedan pegadas en el recuerdo al día siguiente, que aparecen como fotos que se imponen en la mente.

En fin, que quería dar las gracias a la Tienda del Humor, a Puntilla y a su familia, al caballerosísimo y preocupadísimo, por protector, Esteban, que te pregunta en qué te vas a ir, si te llama un Uber… (no sé si era cierto o bromeaba), agradecer por esa bondad que se siente y se respira ahí.

Muchas gracias a la Tienda del Humor, muchas gracias a las personas que asisten, muchas gracias a los cómicos o comediantes que van… y… qué cosa tan seria para alguien que quisque hace comedia.

No sería más, muchas gracias.

jueves, 10 de mayo de 2018

EL CHISTE COMO ELABORACIÓN EMOCIONAL


Los cómicos van inventando o encontrando chistes y arman con ellos “rutinas”.
Con el tiempo van “sacando” chistes, que a lo mejor los han contado mucho o a lo mejor ya no les parecen tan buenos. Igual hay que dejar espacio para chistes nuevos. Como en la vida. Unas cosas llegan y otras se van.
El chiste sale de la vida. El chiste suele salir del dolor.
Tragedia más tiempo, decía Wood Allen, es la receta de la comedia.
Contar un chiste es elaborar.
Hay un momento en que no se pude hacer chiste del dolor. Pero hay otro momento, un momento preciso, en que la cosa ha dejado de doler un poco y ya se puede coger, como quien coge una olla caliente, pero que ya no quema. Entonces se goza, y el chiste se repite hasta que deja de ser tan gracioso, hasta que deja de producir tanto placer, a no ser que aluda a una verdad humana intemporal en cuyo caso nunca pasará.

No... no... no pasará
Nonononó... no… no… pasará…

Cielo y tierra pasará, más la comedia no pasará…

No... no... no pasará
Nonononó no… no… pasará…

SUPONGAMOS

Supongamos que usted en el momento en que lee esto se encuentra… ¿Cómo se encuentra? ¿Sí se ha sacado el rato para ver cómo está?, cómo está...